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La tibieza del ateo.

Es muy corriente que ante los fanáticos religiosos los ateos guardemos un prudente silencio, porque consideramos que ante la avalancha de razonamientos siempre de carácter sobrenatural y místico no hay nada que hacer, incluso llegamos a escuchar pacientemente esperando que el acceso de dogmatitis aguda, se les pase, y podamos tener un trato cordial de nuevo en otros aspectos de la vida que compartimos con ellos, como trabajo, familia... nos comportamos, (muchos de nosotros) demasiado "tibiamente" con ellos.
Muchas veces, los tolerantes ateos nos decimos que defendemos esa libertad de expresión ajena y en el fondo, lo que nos ocurre es que tenemos miedo. No ejercitamos la nuestra con la misma virulencia. Evidentemente ese respeto y tolerancia, observo que no es recíproco entre ateo y fanático.
El fanático se permite carcajearse del ateo, porque a él le respalda esa entidad suprema, se siente protegido y amparado, nada menos que por Dios...es inevitable la altivez de muchos de ellos, esos fanáticos, que en su burbuja superior consideran que otros semejantes, que les importa un bledo ser hijos de Dios, no merecen la vida que Éste les ha dado. Somos, pues :"los infieles". Esa masa humana oscura y peligrosa que hay que exterminar para gloria de Alá o de Dios, que a mí me da lo mismo como se llame, llegados a ese punto.
Recuerdo la que se lió con las caricaturas de Mahoma, por cierto consideré muy tibias las manifestaciones al respecto de nuestro gobierno en aquella época...o el pitote con aquel escritor de difícil nombre al que le lanzaron una fatua, que viene a ser un "como te pille te enteras".
Las grandes religiones siempre tienen un sector "duro". Con su bastón de mando apuntando al cielo gobiernan algo más que las instituciones de un país, gobiernan también el espíritu de una sociedad. Cuando los credos se hacen fuertes en esa simbiosis, no suele bastarles esa autocomplacencia de estar todos unidos por la fe, nunca sucede así. Tienen el común defecto de extenderse como una plaga invasora de mentes, o... la codicia desmedida. Es cuando los que vivimos pacíficamente nuestro ateísmo o nuestra religión íntima y personal, debemos responder manifestando la misma fuerza y energía que ostentan ellos, para que haya un prudente equilibrio.

1 comentarios.:

Séneca dijo...

Cierto, yo también he pensado muchas veces que las personas ateas somos tibias con los creyentes fanáticos.
Pero siempre intento discriminar, a la hora de hacer un juicio de valor,entre la tibieza que hay que mostrar ante los creyentes de tu entorno (en este caso yo lo llamaría "respeto"), y la beligerancia que debemos ejercer ante situaciones injustas de fanatismos radicales. No debemos dejar de protestar ante casos en los que la fe afecta la vida de las personas con amenazas (Salman Rushdie, se llama ese escritor que mencionas,Inchi).Tampoco consentir que, por los supuestos preceptos religiosos, se practique la ablación del clítoris en niñas o adolescentes. No puede haber tibieza ante todo ésto.
Pero...si un enfermo está en su cama rezando el rosario, convencido de que su dios paliará su dolor mejor que un calmente endovenoso, ¿que se le puede decir?. ¿Que no pierda el tiempo?. Tanto da, se le pone el calmante y se le deja rezar.

En lo que sí estoy totalmente de acuerdo contigo es en la proliferación de las "líneas duras" dentro de las distintas confesiones. En el islam son casi siempre facilmente identificables y ciertamente, gobiernan en muchos sitios los instituciones de un pais. No sucede lo mismo en la religión católica. Existen influencias de grupos religiosos fanáticos (por no decir abiertamente sectarios), tanto en las instituciones como en los medios de comunicación, y prácticamente son desconocidos por la mayoría de la gente.
Hablo, en concreto de la todavía poderosa fuerza de gente como el Opus Dei, o, más recientemente el llamado "Camino neocatecumenal" (alias Kikos). He tenido la oportunidad de contemplar cómo actúan estas sectas en el tejido social, empezando desde abajo, de pequeños colectivos en pequeñas parroquias. Extendiéndose después hasta alcanzar unas cotas de influencia y poder que llegan hasta el mismo Vaticano. Por supuesto, autofinanciándose con los (exigidos) aporte monetarios de sus fieles.
Dan miedo, pero mucho.
Y, ante estos fenómenos sectario-fanáticos, tibieza cero. Sólo la crítica ejercida con buen juicio impedirá que sigan avanzando e influyendo. O eso espero...

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